L I T E R A T U R   A L D I Z K A R I E N
G O R D A I L U A

 

 
 

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Envoltorios

 

Daniel Garziarena

 

Tengo un trozo de película. Lo encontré el otro día en la basura. Unos cuantos fotogramas sueltos que recuerdan pequeñas fotografías sin acabar. Por sí solos carecen de sentido pero juntos y en movimiento son capaces de narrar una historia, de dar vida a unos personajes. El contenido de cada uno reside en el resto; en aquellos que lo rodean y explican. Al verlos correr uno tras otro comprendemos su objetivo común, expresar una idea.

        Así son las películas de hoy en día, carentes de una ideología o pensamiento. Huecas cuando vistas por separado. Películas que tratan de explicar el entorno en el que han sido concebidas. Como si la narrativa literaria no fuera suficiente para ellas. Buscando un método diferente de comunicación en el que no se encuentran mensajes finales. Porque han dejado ya de interesar al público, de aportar. No se busca la reflexión, sino la expresión de un sentimiento o sensación.

        Hay gente que prefiere leer un libro. Identificarse con el pensamiento, ya conocido, de la novela clásica. Una lectura que proporciona esa profundidad y sosiego tan anhelados hoy y siempre. Dejarse llevar por un autor que desarrolla la habilidad de mostrar la capacidad intelectual del lector. Como si el leer se hubiese convertido en una parte tan creativa como el escribir. Son discursos conocidos por todos, discutidos desde hace años. Al escuchar algo familiar podemos reflexionar sobre ello, aportar algo nuevo con nuestra pequeña interpretación. Sabemos leerlo y traducirlo. Nos sumergimos en su profundidad y lo aceptamos como serio y verdadero.

        Hoy por hoy la reflexión y el contenido son vistos desde un prisma literario ya establecido. Lo que se aleja de la narrativa literaria y se adentra en lo puramente visual y de sensación es considerado inferior. El espectador no sabe como leerlo, como entenderlo. Son los primeros pasos hacia una forma distinta de pensamiento. Quizá pasamos de una cultura literaria a otra visual y de sensaciones. Nos encontramos en estado de transición, y parece que nada tiene sentido, que todo es superficial y sin contenido. Pero lo que está ocurriendo es posiblemente lo contrario. Hace falta una distancia para comprender las obras.

        Del mismo modo que el movimiento es imprescindible para conectar los fotogramas y así crear la película, también es necesario ir de una obra a otra para entenderlas en conjunto. Entonces comprobaremos que sí tienen contenido, que sí poseen un pensamiento o ideología. Se explican unas a otras, se critican unas a otras. La idea y el contenido surgen de enfrentarlas. Solo necesitamos una distancia para comprobarlo.

        El espectador no ve la película desde la primera fila. Si lo hace, será un cúmulo de sensaciones lo que perciba, aparentemente vacías y superficiales. Es mejor ver la película desde una distancia razonable. Entonces los elementos visuales, narrativos y musicales, encajan creando un producto compacto rico en significados. Los elementos son huecos y pobres por separado, pero juntos se vuelven ricos y significativos. No sería mala idea comenzar a pensar en estos términos. Dejar ya de mirar las obras en profundidad y concentrarnos en la superficie. Quizá sea el envoltorio lo que cuenta.

 



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