L I T E R A T U R   A L D I Z K A R I E N
G O R D A I L U A

 

 
 

                   - Orrialde nagusira itzuli
                   - Gernika aldizkaria
                   - Ale honen aurkibidea

                   - Ale honi buruzkoak (azalaren irudia eta fitxa)

Aurreko artikulua— Gernika. 22. zkia (1953-urtarrila/martxoa) —Hurrengo artikulua




 

 

Marinos "choruas"

(Cuento)

 

Ricardo Baroja

 

                    I

La vieja fragata María Galante,

navega con viento muy duro, terral,

que trae en el soplo calor asfixiante

de una costa baja, rojizo arenal.

Mayores y gavias, juanetes y sobres

abaten el barco, que va de bolina,

mostrando carena forrada de cobres,

verdosas escamas de enorme corvina.

     Las velas hinchadas repujan al viento

pechos de sirena, flancos de tritón,

y el mar bordonea con sordo lamento,

rajado en dos bucles bajo el botalón.

María Galante no es barco pirata,

vigila las costas del mar antillano,

caza bucaneros; pero si se trata

de quien, por su aire, no huele a paisano,

ligera y valiente, se pone en su estela

la vieja fragata, forzando la vela.

 

     Si suben la tapa de los portalones,

enseñan la boca cincuenta cañones.

     Doscientos muchachos tripulan la nave;

les manda un marrajo viejo, tuerto y zaino.

     ¿De dónde proviene? Ninguno lo sabe.

Puede ser guipuch, puede ser vizcaíno.

     Alguien asegura que este bravo viejo

no ha nacido en tierra, que nació en el mar,

en una goleta que fué al abadejo,

y antes de ir a gatas sabía remar.

 

     Son los tripulantes de estirpe chorúa,

costera en Guipúzcoa. ¡Locuras anhela!

     Muy buenos amigos de la gran cupela

colmada de clara, seca sagardúa.

 

     Esto ocurre en tierra y en puerto lejano.

     En el mar no hay, ni vino, ni sidra

y de otras bebidas están en secano.

     Cuando en lontananza perciben la hidra,

con mástiles altos, la bandera enhiesta,

el chorúa tiene corazón valiente,

aguarda tranquilo la sangrienta fiesta,

no quiere tomar tragos de aguardiente.

     Siempre el capitán, dice este refrán:

     — Con agua y judías, quiero valentías.

 

                    II

     El viejo navío con soberbio arranque,

ya remonta la onda del mar antillando,

ya la parte en dos con el duro branque

y dobla el escollo del cabo cercano.

     Dos velas iguales bogan en conserva,

poniendo la proa recta a la fragata,

flamea en la popa la enseña proterva,

el estambre negro, propio del pirata.

 

     — ¡Son dos bucaneros de la isla Tortuga! —

gritaba el chorúa, sintiendo coraje.

     — ¡María Galante no emprende la fuga;

después de los tiros, vendrá el abordaje!

 

     Tremendas descargas llegan hasta el cielo

y con acre humo cubierto está el mar.

     Casi no ven nada con el denso velo;

pero los chorúas quieren acabar.

     Una fuerte ráfaga de viento caliente

barriendo la bruma, descubre que en uno

de los dos piratas ha volado el puente

y de sus cañones no tira ninguno.

 

     Entonces el viejo bravo capitán,

braceando vergas, vira por avante,

describe una curva. Tocando ya están

al otro enemigo los de la Galante.

Se prenden los garfios corvos, duros hierros.

 

     El hacha empuñada, cuchillo en la boca,

como una jauría de feroces perros,

destrozan, rematan lo que el arma toca.

     Después se quemaron los dos enemigos,

tiraron al mar al amigo muerto.

     Treinta buenos mozos no fueron testigos

del lloro espantoso del capitán tuerto.

 

     Llega el esperado fin de la campaña,

tras largas bordadas y muchos virajes,

el viejo navío pone proa a España.

     Bastante averiado recala en Pasajes.

 

                    III

     ¡Adiós al timón! ¡Adiós a la vela!

          ¡Abramos la espita, cojamos el jarro,

buen trago bebamos de vino navarro!

     ¡Veamos qué guarda la oronda cupela !

 

     — Pronto, moza, cuece la roja centolla,

fríe en la sartén atún con cebolla! —

dicen en vascuence, marinos chorúas,

y beben alegres claras sagardúas.

 

     Se escucha el silbido del chistu en la plaza,

los agudos trinos comenta el silbote,

marca el tamboril compases del trote

del bailarín ágil, que la moza abraza.

 

     El chorúa se alza, vacilantes piernas,

dejando en la mesa, dos o tres lampernas.

     En su rostro oscuro la risa retoza

cuando estrecha el talle de la buena moza.

 

     Viejo capitán, si mucho vivió,

este cuento largo, por fin, se acabó.

 



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