Es una tontería, pero a veces he pensado en la transformación que experimentan los objetos que introducimos en nuestro cuerpo, digamos los alimentos, los que metemos por la boca.
De todos es sabido que desaparecen, que dejan de estar. Ahí dejamos de fijarnos en ellos y la atención, entonces o poco antes o después, pasa a nuestro cuerpo: antes, la decisión de ingerir tal o cual cosa; entonces, las sensaciones del olor y del sabor; después, otras, digestivas, de pesar, o vaya usted a saber. Pero el objeto en cuestión ha desaparecido de nuestra atención.
Y yo sostengo la tesis de que el tal objeto subsiste, sólo que transformado, es decir, que lo que antes era manzana, ahora es Rodolfo, o lo que antes era solomillo de ternera ahora es Beñat, o lo que sea quien sea. Cierto que este cambio de naturaleza es una idea difícil y ciertamente extravagante, porque mientras Beñat habla, solomillo no dice ni «mo»; Rodolfo tiene ojos, y la manzana sólo rabo. En cualquier caso resulta obvio que tal cambio se ha dado, y las cosas hay que tomarlas como son.
Esta reacción de despiste, de que el asunto no va conmigo, sucede todavía más expresamente en el proceso complementario o inverso. Cuando uno se desprende de los excrementos, tira de la cadena, como diciendo que no quiere saber nada de ellos; el olor, sin duda, es un argumento de peso (aunque todo el mundo sabe que el olor tiene bien poco de racional). Ahora bien, si nos fijamos en los niños, o sea, en nosotros mismos antes de aprender a leer, digamos que unos tres o cuatro años antes, vemos por el contrario el gran aprecio que sienten por esa producción —las cacas—, y como se reconocen en ellas, pudiendo por este medio dar a los demás una parte de lo que son.
Y pasando al dominio de lo simbólico, los que nos alimentamos de letras y las digerimos, y producimos de vez en cuando una cadena de signos que pueda circular a través de otros sujetos lectores, digestivos pensadores y potenciales escritores para que siga la cadena, pues eso, en tales casos sólo estamos pensando en terminar y tirar de la cadena.
