Palabras y frases aisladas y luego unos textos poco extensos, esto es todolo que conocemos de la lengua vasca entre el siglo VIII y mediados del XVI. Pero en 1545, sesenta años después de la introducci6n de la imprenta en Francia, apareció en Burdeos, bajo el título latino de Linguae Vasconum Primitiae, una pequeña colécción de poesías debidas a la pluma de Bernard Dechepare, rector de St. Michelle-le-Vieux, en el País de Cize (Eyheralarre en euzkera).
La literatura vasca es, pues, cuatro veces centenaria. De esta obra no súbsiste más que un ejemplar único, por cierto en perfecto estado, que se encuentra en París, en la Biblioteca Nacional. Fue reeditado en 1847, 1874 y 1893; y finalmente la Revista Internacional de Estudios Vascos dio en 1933 una reproducción en fac-simil de la edición original.
¿Qué contiene este librito? Primero una carta-dedicatoria a B. de Lehete; después unos poemas religiosos, unos cuentos de amor, unos versos en los que el autor nos habla de sí mismo con más extensión que precisión; y finalmente, unos ditirambos en honor de la lengua vasca.
Poco sabemos del autor, si se prescinde de las biografías anoveladas de que ha sido objeto. No conocemos bien su carácter; y cuando se lee en el Argitzailea del 11 de Agosto de 1912, en un artículo que ha escapado a la búsqueda de los bibliógrafos decheparizantes, «ezin gehiago gizon alegera zen», uno puede tener sus dudas, porque la obra de un escritor no siempre informa exactamente acerca de su personalidad: leyendo por ejemplo las Meditaciones poéticas, nadie adivinanía que Lamartine era un alegre juerguista. Sea lo que fuere, casi todos los vascófilos se han interesado por nuestro párroco: Archu, en 1847, lo tradujo casi completamente, pero bastante mal; después fue Dodgson quien de 1892 a 1894 publicó una versión francesa de los poemas religiosos. También Duvoisin tradujo a Dechepare, pero no dio su trabajo a la imprenta. Es también inédita en gran parte la traducción de Van Eys cuyo manuscrito poseo. El bien recordado vascófilo holandés empezó a publicarla en 1886 en la revista Euskara de Berlín, pero los comentarios filológicos que añadió provocaron por parte del príncipe Luis, Luciano Bonaparte y de Vinson unas críticas tan violentas (a las que por otra parte contestó el preopinante) que la publicación se interrumpió. Finalmente, Víctor Stempf, de 1887 a 1893, publicó una traducción completa de las Primitiae, añadiendo un glosario vasco-alemán de todas las palabras, sufijos y formas verbales que Dechepare había empleado. Esta libro debe ser consultado paralelamente al Vocabulario página por página (del mismo autor y del cual resulta que en la obra del párroco da St. Michel hay exactamente 6.486 palabras. Excusado es decir que el total es mucho menor porque numerosos términos están varias veces repetidos.
Sólo nos queda hablar muy rápidamente del euzkera de Dechepare y del valor literario de su libro. Nuestro autor se expresa en cizain, variedad del bajo navarro oriental. Cizain tal vez un poco mezclado, pero cizain, dialecto que fué muy poco utilizado por los escritores posteriores. Liçarrague escribió casi siempre en un laburdino híbrido más arcaico, pero a veces Dechepare tiene formas más antiguas. Su lenguaje está plagado de erderismos, pero es correcto en general. Su métrica es también segura, salvo algunos versos defectuosos.
Pero nos parece muy exagerado considerar, según se ha hecho, al primer poeta vasco cronológicamente como el primero desde el punto de vista literario, porque hay más de cien poetas cuyas obras generalmente no se encuentran y que ningun vasc6logo ha estudiado a fondo.
Diremos, pues, simplemente y para terminar, que las Primitiae son muy valiosas desde el punto de vista lingüístico, que tienen el mérito de no ser una traducción raro mérito para la época y que por lo tanto es de desear que se nos dé de esta obra una edición culta y una nueva traducción, conforme todo ello al último estado de los métodos filológicos contemporáneos y de la vascología de hoy, porque Dechepare merece este honor.