L I T E R A T U R   A L D I Z K A R I E N
G O R D A I L U A

 

 
 

                   - Orrialde nagusira itzuli
                   - Stultifera Navis aldizkaria
                   - Ale honen aurkibidea

                   - Ale honi buruzkoak (azalaren irudia eta fitxa)

Aurreko artikulua— Stultifera Navis-1 (1982) —Hurrengo artikulua




 

 

Formas

 

Lourdes

 

Transparente y clara, cargada de cal, brotaba en tierras duras del Norte. Los distintos estratos que atravesó antes de ver la luz no la hicieron milagrosa, pues aunque algún cojo se bañó en ella, salió de igual forma, sólo con los pies un poco más frescos.

        Tampoco era sulfurosa y pestilente ni había recogido el calor de las entrañas de la tierra para que se fundase en ella un balneario tranquilo.

        Marcó su curso por lugares fáciles dejándose caer a trompicones, admirando la grandeza de sus orillas y percibiendo las caricias del trébol.

        Interrumpida por el agua sucia de la gran tormenta aprendió de castigos y tristezas. Sorprendida por el pedregal y asustada ante la oscuridad, seguía hacia adelante empujada por sí misma y sin poder volver atrás.

        Gustaba de mirar hacia arriba pues creía que debajo suyo no había nada; ansiaba los pequeños puntos brillantes de la noche sin favorecer a ninguno y queriendo estar cerca de ellas.

        Ayudada por los perezosos esfuerzos del calor primaveral empezó a elevarse pasado el mediodía y sin darle tiempo a llegar arriba, cayó desparramada en llanto. Le sucedieron días indiferentes, arrastrándose por lo que ya conocía, la ruda tierra.

        Una claridad cegadora al espuntar el alba en el mes de Agosto, le incitó a realizar su gran sueño, llegar a lo más alto de arriba. Se elevó mirando lo que dejaba tras de sí, hasta que el punto de donde había surgido apenas se divisaba. Dulcemente se fue transformando en densa niebla blanca, ligera y esponjosa.

        Aprovechó su flexibilidad para dar rienda suelta a su imaginación, olvidando el futuro y el pasado. Adoptaba formas que, le sugerían imágenes que habían quedado en ella. Ahora soy helecho, después cangrejo y al torcer mis patas formaré una tortuga dormida. Imitó los arboles, tejados y pájaros. Cuando no tuvo nada nuevo empezó a pensar lo que era; contempló la luz y el calor achicharrante de los de arriba, el frío y la tristeza de los de abajo y se sintió el punto medio; insolidario del alto cielo azul y estorbo de la baja llanura. Reconoció la oscuridad de la noche que apagaba ambos y volvió a admirar los lejanos luceros; sabiendo que carecía de luz propia y que nunca sería como ellos se relajó contemplando en posición decreciente a la más admirada, la luna creciente.

        Su resignación duró poco tiempo, no pudo soportar el nuevo día, se desplazaba con violencia de un lugar a otro, empujada pro los fuertes vientos otoñales, emitía gritos de rabia e impotencia. Se lanzó por el precipicio con tanta fuerza que, al caer, se mezcló con la tierra formando una compacta masa de barro que el tiempo petrificó. En su nueva forma rodó, endureciéndose y moldeándose, hasta quedar redonda como una pelota y dura como el hierro. Sabía de engaños e ilusiones, de divertidos juegos y amargas soledades. Ahora es una piedra sin rumbo, golpeada o acariciada por los distintos fenómenos. Recogía el sonido que iba produciendo al chocar, y así permaneció forjando la melodía de viejos recuerdos con nuevos encuentros.

 



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