—De Jardines Ajenos—

Unos resistentes alemanes al nazismo

Primo Levi

Fallada tuvo acceso a los archivos de la Gestapo y encontró la verdadera historia sobre la que basó su novela, la historia de un viejo obrero, un viejo carpintero alemán, un Arbeitstier, una «bestia de trabajo», un hombre indiferente, inerte, ocupado únicamente en hacer su trabajo de carpintero.

        A este hombre se le muere un hijo en la guerra. Entonces entra en contacto con los padres de otros caídos. Con mucha ingenuidad, inventa con su mujer un modo de defenderse: todos los sábados escriben una postal con eslóganes antinazis muy cándidos, muy ingenuos: «Esta guerra nos llevará a la ruina», y cosas parecidas. Salen de su casa, dan un paseíto y echan la postal en el buzón de alguna casa particular. Y continúan así durante un año. No recuerdo bien, pero llegan a remitir unas ciento cincuenta o unas doscientas postales. Todas estas postales acaban en manos de la Gestapo al cabo de pocas horas. El funcionario de la Gestapo al que le asignan este caso va marcando los puntos donde fueron entregadas las postales y, sobre el mapa de Berlín comienza a aparecer un círculo de banderitas, porque para que no los descubrieran, los dos cónyuges cada vez que iban a repartir postales hacían un paseíto de un cuarto de hora que los alejaba de su casa y cada vez escogían una dirección diferente. De ello se deducía claramente que en el centro debía de estar el autor.

        Para mí esta es una prueba muy importante del poder de la policía del régimen hitleriano: a todos los alemanes destinatarios la postal les quema las manos; tienen miedo de que se trate de una provocación y la entregan inmediatamente en la comisaría más cercana. Esto demuestra lo difícil que resultaba organizar una resistencia. Sólo existía la voluntad de Hitler, no había oposición.

En diálogo con Ferdinando Camón,

Anaya & Muchnik (1996).

(Fallada, autor de un libro titulado Todos morimos solos.)