—De Jardines Ajenos—

Mauleon

M. Cenac Moncaut

Si las iglesias de Lapurdi se distinguen por sus extraños púlpitos, las del país de Soule lo hacen por sus campanarios, formados por una sencilla elevación del muro del oeste, que presenta tres (...).

        El origen que se le atribuye tiene una particularidad que no se produce en ningún otro valle.

        En la época en que el País Vasco no aceptaba más que por obligación los preceptos del Evangelio, los ministros de Cristo experimentaban serias dificultades para hacer comprender a los hijos de los Cátaros el dogma de la Santísima Trinidad. Uno de ellos, convencido de que había que hablar en metáfora para llegar al corazón, exclamó un día al subir al púlpito:

        «Uno de vosotros, mis queridos hermanos, me objetaba últimamente que el Dios de la Biblia quería ser el único adorado en las tablas de la ley, y que no había ofrecido ni al Espíritu Santo ni a su hijo para que fueran adorados por los israelitas; que añadir ahora estas dos personas divinas a la primera, era disminuir la autoridad absoluta del Dios creador, transformar la ley del Sinaí, corromper la misma esencia divina...

        Mis queridos hermanos, no tenemos más que una punta en nuestro campanario; hasta este día, esta flecha audaz, que se eleva hacia el cielo, ha representado en el pueblo este gran pensamiento de Dios hablando a todos sus hijos a la fe, por la voz majestuosa de la campana. Si este campanario añadiera dos flechas a la primera, si elevara de repente tres pirámides, en lugar de una, este campanario triple ¿dejaría de ser, por ello, un campanario único, homogéneo, apoyado sobre la misma base y llenándose del suelo hacia los cielos?».

        El apólogo causó furor; rechazaban comprender la unidad abstracta de la Trinidad espiritual y comprendieron perfectamente la unidad material de un campanario de tres flechas; y todo el valle se cubrió de los campanarios-argumentos que acabamos de describir...

Fragmento del libro

Le Pays Basque

C. Lacour, Editeur, Nimes