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Aurreko artikulua— Euzko Gogoa —<eugo0114>




 

 

Arte galútico y arte israelí

(Una conversación con Mordejai Ardon)

 

¿Hay diferencia entre el arte judío que se creó en el Galut (en la medida en que se creó ) y este otro arte que se está creando en Eretz Israel?

        El arte judío galútico era sentimentalista, porque creció en medio de añoranzas. No creció en el terreno de la realidad, sino en el terreno espiritual de las añoranzas hacia otros mundos lejanos, superiores. También su misión estaba limitada a satisfacer los problemas sentimentales del judío del Galut.

        El judío del Galut no marchaba sobre tierra de la realidad y no veía, por tanto, las piedras, los àrboles y las montañas de la realidad. El marchaba por aquí, y su corazón flotaba allá, en el mundo lejano, más bueno y más hermoso que el turbio mundo galútico. La visión espiritual oteaba, marcando las divisiones entre la carne y la naturaleza. De todo pedía y en todo encontraba un destino moral, un destino de días distintos. Más las añoranzas de estos días distintos, sólo alejaban al hombre de sus dìas presentes, de su destino, del mundo de la realidad.

        ¿Hemos logrado, en alguna medida, liberarnos del sentimentalismo galútico?

        Hoy, con la realización del sueño del Estado, se crearon el fondo y las posibilidades para crear en Eretz un arte libre, el arte de la verdad.

        Sin embargo, el sentimentalismo galútico aún se observa a través del desarrollo de nuestro arte. El oculta a los ojos del artista la tierra del país tal y como ella es, el panorama del país tal como es en realidad. Cuando un campesino judío ara, no cumple solamente la acción de arar construye el país. Es decir que nosotros asignamos a las cosas simples un sentido que está por encima de ellos, una significación sentimental.

        Actualmente, los ojos del artista israelí deben dirigirse hacia abajo, y no hacia arriba. El observa la tierra y ve grietas, médanos, gérmenes de vida y las gotas de lluvia que caen. Y permanece asombrado ante estos fenómenos, maravillosos en su simplicidad; fenómenos que el artista galútico no pudo lograr, porque en los fenómenos de la naturaleza veía la mano de Dios, así como un objetivo y una integridad moral. El no pintaba el pasto y decía: ¡Cuán hermoso ha crecido el pasto!, sino que se detenía y preguntaba: ¿Quién lo creó? y, ¿para qué fué creado?

        El arte es la expresión de las vivencias, del éxtasis, de los hechiceros del mundo.

        ¿La concepción artística está limitada a la concepción del mundo terrenal solamente?

        El problema principal ante el cual se enfrenta hoy el artista judío en Eretz es llegar a aquella sencillez de ver las cosas tal como ellas son. Sin embargo, y lógicamente, ello no quiere decir que debemos volver al impresionismo naturalista del siglo diez y nueve.

        ¿De la concepción del mundo terrenal surgirá el mundo espiritual?

        Cuando vine por primera vez a Jerusalem me sentí atraido por la profunda fuerza interna de este panorama, que despierta, al momento de conocerlo, recuerdos del pasado. Y aquí, por primera vez en la vida, pinté el cuadro de un paisaje. La fuerza del panorama de Jerusalem, como la dureza de sus piedras, el contorno de sus montes, la extraña luz, el verdor de las horas del crepúsculo, las nubes de las cuales fluye una oculta luz, todo esto despertó en mi corazón fibras ignoradas.

        Aquellos cuadrados y aquellas vivencias quedaron ocultas en mi corazón, hasta que un día despertó en mi, repentinamente, la necesidad de pintar el panorama de Jerusalem. Puse en la tela mis impresiones. Y éste no fué un cuadro naturalista.

No sé si pinté el río Kadron o el campamento de Yehuda. Y acaso ¿ello importa? En aquellas líneas transporté a la tela la Jerusalem toda, tal como la ví, tal como la sentí, con el sentimiento del hijo que retorna al seno de su madre.

        Y esta es la diferencia entre el pintor impresionista del siglo XIX y el pintor moderno. El impresionista pinta detalles externos de la Naturaleza; el pintor moderno (y el pintor israelí debe marchar con su época; también es moderno) ve entre los detalles la generalidad total. Por ejemplo, cuando un artista israelí moderno pinta el panorama de Jerusalem, la Jerusalem toda se halla encerrada en la tela.

        Si es así, podemos decir que este arte tiene un destino.

        Claro que tiene. Nuestro problema es doble: liberarnos de la misión galútica que se movía —por decir así— en el aire y no estaba arraigada en el suelo de la realidad, en la realidad verdadera; y en arraigar en el panorama del país. Pero, en el segundo caso, no aspiramos a una sencillez vulgar, a una naturaleza simple, sino a una sencillez con un destino. Todos los sueños que se movieron en el Galut como mariposas que no tenían dónde posarse, pueden encontrar hoy arraigo en esta tierra, en este país, en esta vida.

        Aún hay mucha dificultades en el camino hacia la síntesis total entre el hombre judío moderno y este país. Aún dificulta la labor el sentimentalismo galútico que domina todavía en muchos rincones nuestra vida en el arte, en la literatura, en el teatro. El sentimentalismo sionista también entorpece este desarrollo.

        Debemos bregar por el encuentro inmediato del hombre judío con el país del cual solamente saldrá el nuevo arte israelí, moderno y poseedor de un futuro.

(Erdaldunak erositako orria).

 



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