Como en eusquera no lo lee casi nadie
Si hay una palabra que se escribe con toña, con ironía, con sarcasmo, con desprecio en ese periódico liberal-progresista que es El País, es la palabra abertzale. Se escribe generalmente en bastardilla, entrecomillada, aplicada con zarzuelesca displicencia a los "mutantes del carlismo", a los doscientos y pico mil asesinos que pululamos por estas nobles provincias.
Lo comprendemos sin demasiado esfuerzo, pues conocemos perfectamente hasta donde Llega el progresismo de los Cebrián y los Pradera y demás personal que ejerce en el Bocaccio y aledaños.
Sin embargo, un periódico, una política informativa que busca por encima de todo racionalidad, estaba destinada a contactar con alguna fuerza política, grupo, tendencia o colectivo vasco. (Siempre hay algún indígena presentable, no hay que desesperar...). Bien pudiera haber sido ESEI el llamado a representar el papel de buen salvaje bajo la carpa de la villa y corte, mas habida cuenta de que este aguerrido claustro ha tenido que desistir ante la imposibilidad material de que el proletariado vasco aprenda griego, la función no podía completarse sino con la jovial presencia de un aventajado suplente: EE, y más concretamente su paradigmático secretario general (ex de ETA etarra es una palabra que él suele usar a menudo, ex de maco, ex de Burgos, brillante y descreído, y para colmo de parabienes, escritor).
El País ha dispensado, desde hace cierto tiempo ya, afable acogida a Mario Onaindia. El secretario general ha traspasado el umbral de la entrevista iy además habla!, hoy es ya personaje. Es, digámoslo, como de la casa. Por eso suele citársele en las secciones frívolas. Onaindia es un especial invitado en el tout Madrid gauche. Por ejemplo, el también escritor Martínez Reverte (autor de Demasiado para Gálvez, novela que Onaindia habrá tenido que leer, por compromiso lo más probable) le nombra en la sección Gente del 8 noviembre 1981 como de paso por la villa. Ante las incisivas preguntas del repórter, Onaindia confiesa acorralado que ha escrito una novela en castellano. Allá cada cual, piensa uno, que es ya lo suficientemente viejo como para ejercer de magíster moral. Pero más adelante Onaindia añade: "había pensado hacer la segunda también en eusquera, pero luego no se la lee casi nadie. Haré después la versión abertzale" (en bastardilla en el original).
Uno, humildemente, pediría al secretario general de EE que no emplease el término abertzale con tanto desembarazo en ciertos círculos. Para nosotros, personalmente, no es que sea un término sagrado, sino una simple actitud, bien sencilla por cierto. Los chascarrillos de familia mejor no contarlos ante extraños. Los chistes sobre el propio cáncer, es un decir, son para uno mismo. En el fondo, preferiríamos que Onaindia se ganase los aplausos de otro modo.
Por cierto, es verdad que se lee poco, en realidad no se lee casi nada en eusquera. Pero da la triste casualidad de que en español tampoco se lee demasiado. Pensamos sinceramente que un novela en eusquera firmada por Jon Lariz "no la leería casi nadie". Pero también creemos que una novela en español firmada por Jon Lariz "no la leería casi nadie". Pensamos sinceramente que una novela en español firmada por Mario Onaindia se leería mucho. Pero también creemos que una novela en eusquera firmada por Mario Onaindía se leería mucho.
En lo que a nosotros concierne, puede ahorrarse la versión en eusquera, leemos el romance hispano con sumo placer y desmedida fruicción, y aquí seguimos, tan abertzales.
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