Torres Gemelas

Ricardo Garziarena

El otro día leía un diario de la capital, de la que está a unos trescientos kilómetros, y el otro día era domingo, o sea que había cantidad de páginas y cuaderno intermedio. En una de las páginas se hablaba de las investigaciones del FBI en relación a la explosión en los garajes de esas torres gemelas de New York: lo han conseguido, encontraron un trocito, lo clonearon, dieron con la camioneta que les llevó al local de una secta extranjera (de otra raza y religión); fueron ellos, los extranjeros. Exito policial y CASO CERRADO.

        Tal que unas pocas páginas más adelante estaba uno de los cuadernillos centrales. Sin entender de esto, supongo que el responsable de estas páginas es otra persona diferente de las que se encargan de las secciones habituales del periódico, de manera que no se habría realizado un contraste entre las informaciones de ambas partes. Así me encontré con dos páginas del FBI; no firmaba el FBI, eran acerca del FBI. Como se refería a épocas pasadas, lo ponían a caldo. Esta poderosa institución habría mantenido bajo chantaje a cuatro presidentes americanos, a cuatro presidentes-presidentes, y modelado así notablemente la política americana (¿habría que decir mundial?) a lo largo de dos décadas bastante recientes. No hacía referencia el artículo al asesinato de uno de ellos, porque su tema era el chantaje, orden menor o previo en la dimensión agresiva, si bien con el mismo objeto de condicionar la política interior y exterior norteamericana.

        Digo que previsiblemente ambos artículos no estaban contrastados porque entre las consecuencias que las noticias de agencias atribuyen estos días a la explosión en los sótanos de las torres gemelas se destaca la destrucción del parque móvil, allí estacionado, de los servicios de seguridad del nuevo presidente de los Estados Unidos de América...

        Y digo yo que estará inquieto este hombre que podría pasar por gemelo del otro que cayó bajo las balas cuando viajaba en su coche presidencial; inquieto y reflexivo, porque torres tan altas ya han caído.