La prensa
Citoyen Garziarena
Algo en común tienen los variados medios de comunicación, y es introducir un corte en el mecanismo de estímulo-respuesta por el que se guían los seres naturales: el girasol va tras la luz, el hombre agredido responde, se aturde el pájaro que mira a la serpiente.
El locutor del telediario nos cuenta un pequeño fragmento de cuento (¿es de verdad, papá?) y en lugar de continuar y presentar los personajes y resumir los episodios previos, en vez de preparar el desenlace en que tornar, quizás, alguna parte, nos salta a un fragmento de otro cuento distinto, y luego a otro, y así hasta que se va y llegan los anuncios. De manera que el locutor es una especie de serpiente y nosotros sus pájaros.
No obstante, ninguna de estas selecciones de episodios es completamente aleatoria; por efecto de la competencia, hay tendencia a hablar todos de lo mismo, de manera que ciertas cosas no pueden ser siempre acalladas. Por ejemplo, que algún presidente de república democrática sea un capo mafioso (orgánico), o que el jefe de alguna iglesia mayoritaria esté en negocios con esas mismas redes, etcétera.
Contra el impacto de estas noticias, hay un primer efecto inercial que quita hierro al asunto, al ser confudidas con los episodios similares de los filmes de ficción que ocupan el grueso de la programación la diversa gama de mafias y asesinatos de muy diversa índole después de los anuncios.
El segundo efecto es validar, legitimar; en las series hay asesinos buenos con los que nos identificamos, porque nosotros también somos buenos; la policía no controla el mercado de la droga sino que lucha contra los traficantes, detiene o mata a malos asesinos y nunca actúa a las órdenes de presidentes mafiosos. Tal como haríamos nosotros.
Si aún después el regusto amargo subsiste, se ocupan de ello los espacios de tema lo real: se neutraliza el efecto desde el propio lugar donde se induce; si los héroes de la ficción no bastan, se proveen sucesos de verdad (¿papá, este cuento es de verdad?). Y si la noticia no se produce, entonces se produce. Y así se producen accidentes espectaculares, actos de armas con muertos de varios bandos que nos señalan bien clarito aquí los buenos y ahí los malos. Porque cuando la sangre humana y los cadáveres carbonizados se acompañan de un buen corresponsal, no queda ni un resquicio para el odio al hombre de blanco. Eso es lo que la prensa nos enseña.
|