México visto por una Vasca
(Conclusión)
Julene de Azpeitia
En el período que comienza con el "grito de Dolores" (16 septiembre, 1810), figura, junto con la relevante figura del cura Hidalgo, el más destacado hombre civil que contribuyó cuanto el que más a la victoria en la lucha por la Independencia: el Licenciado Ignacio de Aldama. Hecho prisionero, este vasco benemérito fue fusilado juntamente con el cura Hidalgo y los patriotas Allende y Jiménez. El cuerpo de Aldama y los de sus infortunados compañeros fueron depositados en 1824, por acuerdo del Congreso libre de México, en la Catedral de la Capital Federal, debajo del Altar de los Reyes.
Figuran también en esta guerra de liberación, otros vascos como Abasolo, Liceaga y el general navarro Don Francisco Javier de Mina, que, embarcado en Londres con 250 hombres, fue a México a luchar por su independencia, habiendo sido hecho prisionero por los realistas y fusilado a su vez. El general vasco Liceaga, junto con el general Rayon, fue proclamado jefe del ejército libertador a principios de 1811. En este tiempo entró en la escena de aquel período turbuletno otro vasco que tuvo una influencia decisiva en la toma de Zacatecas, capital del Estadodel mismo nombre. Esta vasco fue Don José María de Fagoaga, rico propietario liberal, dueño de la gran Hacienda de Pozo Hondo, lugar a donde, perseguido y maltrecho, fue a parar el general Rayon con sus huestes en desbandada. A este jefe le acompañaban tres vascos: el general Liceaga, ya nombrado, y los coroneles Anaya y Ansorena. La Hacienda de Fagoaga fue para todos ellos y sus ejércitos un refugio seguro de donde, una vez repuestos, reorganizados y pertrechados, se lanzaron al asalto y toma de la ciudad de Zacatecas, siguiéndole luego otros hechos igualmente gloriosos en los anales de la Independencia nacional.
A esta Independencia, tan duramente pagada, contribuyeron grandemente otros hombres de nuestra estirpe como los generales Elizondo, Iriarte y Ochoay, por último, Don Agustín de Iturbide que entró triunfalmente en la capital de México, firmando con el últim Virrey, Don Juan O'Donojú el tratado de Córdoba (Veracruz) que dio fin a la dominaión española en México (1821).
Con ser tan considerable el tributo que los vascos aportaron en hombrs y armas para la total liberación del país, otras fueron las actividades predominantes que nuestra colonia desarrolló en el prolífico suelo mejicano. Estas actividades abarcan todas las manifestaciones de la colectividad: agricultura y ganadería, minería e industria, comercio y Banca. En todas ellas nuestros compatriotas ocuparon posiciones destacadas y ventajosas en el universal concurso de las otras emigraciones de los más remotos pueblos.
Con todo, en su espíritu de empresa y de trabajo, los vascos no olvidaban cuanto les unía a la Patria lejana y así los Aldaco y los Meabe fundaron la Institución de Enseñanza y Beneficencia denominada "Colegio de las Vizcainas", levantando un gran edificio de arquitectura colonial, cuya fachada principal mide unos cien metros de longitud y que se halla sito en una de las arterias más céntricas de la Capital. Conviene observar que esta institución, a pesar de las leyes mejicanas sobre fundaciones del mismo carácter, goza de autonomía completa en la dirección y administración. Sus presidentes han sido todos vascos o de raigambre vasca como los Basagoiti, de Algorta; Izaguirre, de Vergara; Irigoyen, de Elizond; Iriarte, navarro también, y, actualmente Don Pedro de Lascurain, hijo de vascos, demócrata cristiano, notable jurisconsulto, Rector de la Universidad Libre de México, ex Ministro de Relaciones Exteriores y ex Presidente de la República.
Hubo también en la ciudad de México, una sociedad vasca llamad a"Eusko-Etxea" que servía de reunión a lso vascos de las dos vertientes. Como los miembros en su mayoría eran vascos continentales, hubo de clausurarse a causa de la movilización de la Gran Guerra. Hoy se halla floreciente el Centro Vasco, cuyo presidente Don Martín García Urtiaga despliega, con la aprobación unánime de sus asociados, una admirable labor en pro de los valores culturales de nuestra colectividad.
Un recuerdo para los indios
Los indios son muy religiosos, lo mismo los de las razas del litoral que los de la meseta. El gran encanto de los indios son las funciones religiosas con muchas luces y, sobre todo, con música de órgano.
Mi marido tenía en su fábria un indio que se llamaba Claro Colunga. Un día vino a casa para pedirnos un permiso para ir a cumplir una "manda" a la Virgen de San Juan de los Lagos. La manda o promesa la había hecho en tiempos de la revolución de Huerta, pidiendo a la Virgen que no le cogieran enlas levas que hizo este general y que fueron el terror de los indios, ya que estos no conciben ser soldados más que como voluntarios.
Como Claro no tuvo la desgracia de ser cogido, quería cumplir la manda. Mi marido le dio permiso y Claro Colunga se fue muy contento. Al cabo de unos ocho días yo me acordaba del indioy, a cuantos podía, preguntaba por él, pues deseaba saber comó la había ido en su piadoso viaje; viaje que siempre creí lo efectuaría por ferrocarril, ya que el Santuario de San Juan de los Lagos estaba muy lejos de San Juan de Potosí, lugar de nuestra residencia. Pero Claro no volvió ni a los ocho días ni a los dos meses, así que ya me habia olvidado de él y de su viaje, cuando un doming, cerca de los tres meses de su partida, le dije a mi marido: " Allí hay un indio que nos mira mucho. Yo creo que le conozco, pero no recuerdo quién es.Si, es Claro Colunga, respondió mi marido.
Efectivamente, mientras decíamos esto, ya él se nos había acercad. Venía, el pobre, con unos restos de ropa hechos tiras, toda la espalda desnuda, los huaraches que ya no le defendian los pies. " Pero, hombre, le dije yo, ¿de dónde vienes con esa figura? Pos niña, vengo de cumplir la manda de la Virgen; ya le dije endenantes que había hecho la manda cuando las levas. "Entonces caí yo en la cuenta que el pobre había hecho toda la peregrinación, ida y vuelta, a pie. "¿Y qué has comido o cómo has vivido en todo este tiempos?"" Pos niña de lo que me socorría Dios!" Y dirigiéndose a mi marido: " Mi señor Don Enrique, ¿me permite su merced que vuelva mañana a la fábrica?""Si, hombre, sí, pero antes vete a comer algo", respondió mi marido.
Los indios son muy ingenuos: " Oye, Rosita, ¿tu sabes leer?
No, niña, no me hiso Dios esa merced."
¡Pobres indios mexicanos. Hijos de una tierra tan abundante y rica, yo siempre os conocí pasando necesidades y penas!
Pobres indios mexicanos, Hijos de un país productor en gran escala de la seda artificial y del algodón y que apenas os vestís. Desheredados enel país de las Haciendas, pobres en el país de la riqueza, analfabetos, siendo hijos de una raza que desarralló tan brillante civilización antes de ser conquistada por los españoles. Vuestra mirada triste, vuestra silueta trágica, es la espina que llevo clavada en mi corazón.
Azkena
Baña abek danak onela diran arren: Zer ete daukate Izarraitz, Erniok eta Ambotok ez Popocatepelt, ez Colima'k ez Himalaya mendiak ez daukatenik? Zer ezaukate Urola, Bidasoa eta Ibaizabal'ek ez Sena'k, ez Támesis ez Danubio'k ez beste mundu guztiko ibayak ez daukatenik? Zer ete daukate Zumaya'ko, Bera'ko, Legazpia'ko eleiz apalak, ez Milan, ez Reims, ez Colonia, ez Burgos'ko katedral eder ospetsuak ez dutenik?
Euskalerri maitea, gure aurtzariko loretegia, gure gurasoen ildegia! Nik ez dut zu bezalako lurrik ikusi mundu zabalean! Zure abestiak duten bezin soñu gozorik, nik ez dut munduko antzoki aundi eta ederretan entzun...
Euskera maitagarri, mintzo estitsua !Zuk bezela ez dit iñungo izketak biotzean ikutu. Geuria bai zera !Amatxoren magal bigunean musu eta laztan ikasia!...
Ez eta da ba, beraz, lur bira osoan, mundu zabalean, mendi urdiñik, zelai orlegirik, errekatxo abeslaririk, itsaso barerik; iz batean, edertasunik, pakerik, maitetasunik, olerkirik? Bai eta ugari, baña bi euskalduna izanik, nere biotza Euskalerri'tik urrn ez du illuna baño aurkitzen, ez du ituna besterik nabaitze, negarra dario ordu guztietan, errimiñak narama alde guztietar, baña leku danetan:
Urruti da mendia
Bere barrenean nere erria.
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