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G O R D A I L U A

 

 
 

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Aurreko artikulua— Gernika. 24. zkia (1953-uztaila/iraila) —<gern2400>




 

 

Los enemigos de la nacionalidad vasca (1)

 

Jon de Mirande

 

A pesar de amar a nuestro pueblo, y, si ese amor no nos ciega, tenemos forzosamente que confesar que, en muchísimas ocasiones, nosotros mismos hemos sido los mayores enemigos de nuestra nacionalidad. A semejanza de otros pueblos individualistas, como por ejemplo los Celtas, por una parte hemos querido vivir siempre en plena autonomía, mientras por otra parte, nos hemos negado obstinadamente a integrarnos dentro de una organización social que pudiera afirmar y asegurar esa autonomía. Según Marc Legasse, somos anarquistas ...A mi entender, la semilla del anarquismo pernicioso la han sembrado entre nosotros los extranjeros, aquellos precisamente que temían a una Euskadi grande, fuerte y unida.

        Aun cuando los actuales vascos lo hayan olvidado, Euskadi ha sido el terror de sus vecinos, tanto del norte como del sur, en dos señaladas ocasiones: la primera, cuando los montañeses Navarros, después de haber invadido y asolado las tierras de allende el Pirineo hasta el río Garonne, y aún más allá, las incorporaron a su territorio: y por segunda vez, cuando, con ocasión de la reconquista hispánica, se constituyó el Estado Navarro para luchar contra los africanos y también contra los vecinos reinos cristianos. Estos son los dos grandes momentos de nuestra historia moderna, y los vascos tenemos derecho a enorgullecernos de ello, pues demuestran que hemos sido una raza fuerte y valiente; y como todas las razas fuertes y valientes nos vimos obligados a ensancharnos y expansionarnos a expensas de vecinos no tan valientes y aguerridos. Hoy en cambio, muchos de nuestros sedicentes patriotas, despreciando el espíritu aristocrático de aquellos caballeros euskaldunes, quieren suplantarlo por un tipo de nuevo euskaldun, buen vecino, pacífico y bonachón, presentándoles como modelo un espíritu democrático " a la française". No diré que ese nuevo espíritu sea la causa de nuestra decadencia, pero sí una consecuencia y manifestación de la misma. Así como el francés, los pueblos que se duermen a la sombra de los sueños democráticos de color de rosa, envejecen y se agotan.

        ¿De dónde, pues, nos ha venido esa decadencia? No hay duda alguna de que fue provocada por los vecinos que temían nuestro poderío político, es decir, por los Cristianísimos Reyes de Francia y por el Católico Rey de España. En esas advocaciones, precisamente, se encierran los grandes enemigos de nuestra nacionalidad: los dos Estados neolatinos del Occidente Europeo, y la Iglesia de Roma. Todos ellos, de común acuerdo, se han dedicado, sin cesar, a arrancar y deshacer todas las características de nuestra raza, tanto en el terreno político como en el de las creencias. Y con la insensata colaboración de los vascos, por fin han conseguido plenamente sus deseos haciendo que los Euskaldunes seamos sus siervos más fieles: los unos hemos querido ser los más fieles de los españoles y los otros los mejores de los franceses y todos los hijos más sumisos de la Iglesia. Gracias a la reacción producida por las doctrinas nacionalistas de Sabino de Arana y Goiri (que a mi entender no han tenido la suficiente expansión) los vascos del sur han comenzado a caer en la cuenta de que no son tan españoles como eso, pero todavía suena como una blasfemia el que los Zuberotarras, Lapurtarras y Basenapartarras se manifiesten como enemigos de Francia y blasfemia más horrorosa todavía el que un Euskaldun se declare anticatólico. Como yo, ante todo, soy Euskaldun quiero manifestar atrevidamente que soy enemigo de todos ellos, aunque todos pseudo-vascos y esos abertzales al 50 por ciento se me escandalicen.

        Desde un principio los Papas la tramaron contra el Estado Navarro que fue el alma y el cuerpo de la nacionalidad vasca. Con la ayuda de la Iglesia el Rey Católico consiguió seducir a Bizkaya y Guipúzcoa para que se separaran del Estado Vasco. En el comportamiento de esas dos regiones aparece la causa de nuestras eternas desventuras: el dar oídos a las leyes y creencias que nos vienen del exterior, y el despreciar todo aquello que es íntimamente nuestro y personalísimo. Pero en eso no solo los vizcainos y guipuzcoanos sino todos los demás vascos hemos faltado gravemente más tarde o más temprano. Los españoles llevaron felizmente a cabo su política en pro del "unidad de la nación y de la fe" —tal vez porque Dios la bendecía— cuando los últimos Monarcas y Navarros fueron excomulgados porque eran protestantes y su Estado repartido entre los vecinos católicos por el generoso Romano (el Papa). ¡Ay si los vascos que tanto miedo tuvieron para conservar su antiguo paganismo se hubieran hecho, por lo menos, protestantes! Euskalerria se hubiera salvado como Nación. Conducidos por Iionna d'Albret y Leizarraga, íbamos camino de un renacimiento tanto político como intelectual, y por causa de nuestra estrechez de espíritu no fue así. De todos modos inclinémonos ante las excelsas figuras de aquellos nobles Zuberotarras y Baxenapartarras que lucharon en pro de la Reforma: es mejor perder luchando que no luchar.

        La influencia de la Iglesia ha sido mucha más perjudicial para los vascos en el campo espiritual que en el terreno político, pues ha conseguido secar para el futuro, todas las fuentes que pudieran haber sido manantial de renacimiento. Ha humillado, deshecho, mejor dicho castrado, el fiero, el fuerte, el gran espíritu de los antiguos vascos: de lobos nos ha convertido en ovejas ... Eramos pagamos aun después de que muchos de nuestros vecinos se habían convertido al cristianismo aceptando la "Buena Nueva" que unos orientales habían predicado. Y aun hoy mismo permanecemos paganos en nuestro sub-conciente. Porque el Cristianismo es una doctrina oriental, hecha a la medida de ellos, los orientales, y para echar raíces en esta Europa tuvo que adherirse, de grado o por fuerza, a la característica Weltanschauung de los europeos. El europeo ama la justicia, pero también las nuances; no puede recibir como palabra de evangelio los dogmas escuetos y tremendos hechos para despertar las atrofiadas mentes orientales. Por esa razón, desde los primeros tiempos de la Iglesia, han aparecido muchos herejes que se han levantado contra esos dogmas y los nuevos señores de Roma. Primeramente los Celtas, con el monarquismo, y más tarde, cuando la Santa Sede se italianizó completamente, los Germanos con Luther provocaron la Reforma, injertando en el Cristianismo la savia del paganismo que nos es imprescindible a los europeos. Por desgracia, en nuestra Patria, no pudo hacerse esa Reforma ...Por el contrario, nos mantuvimos curvados ante la Iglesia que nos era cada vez más extraña, para, en vez de italianizantes, hacernos hispanizantes, es decir, Africanokamitas, lo que sucedió con la Contrarreforma es para mí el símbolo de nuestra eterna desgracia: los vascos despreciando su nacionalidad con una especia de placer masoquista, han malgastado toda su fuerza, toda su energía racial, al servicio de los extranjeros. Así como hoy nuestras muchachas entran al servicio de los degenerados burgueses españoles y franceses, y nuestros muchachos, luchando en los ejércitos franceses contra Alemania son tenidos como los mejores luchadores —a pesar de que Francia es enemiga de la Nación Vasca y Alemania no, sino enemiga de nuestros enemigos—, de la misma manera las más privilegiadas inteligencias de Euskadi, en vez de dedicarse al euskera y a la cultura vasca, entran en los seminarios y se marchan a hacer proselitismo en lejanas tierras ad maiorem gloriam Romae, sin provecho alguno para nuestro pueblo. ¡Da verdaderamente ganas de llorar el ver a tantos vascos derrochar tanta energía corporal y espiritual completamente en balde!

        Al oír estas mis palabras los hipócritas y los tontos rasgarán sus vestiduras y se taparán los oídos diciendo que he blasfemado. Pero han de saber desde ahora, que muchos vascos, sobre todo entre los jóvenes, han comenzado a proferir en secreto lo que yo acabo de estampar sobre blanco papel. ¡Ojalá arrojáramos de entre nosotros y para siempre ese miedo y esa vergüenza ñoña que nos impiden ver donde está nuestro bien y nuestro provecho!. Tal vez se aproxima el día en el que nuevamente se cubrirán de flores los altares de nuestros dioses ancestrales, si no en nuestros bosques, por lo menos en nuestros corazones y los hijos y las hijas de las Siete Regiones Vascas, despreciando todo lo que huele a latinidad, se adueñarán de nuevo del genio de la raza vasca para que nuestro pueblo vuelva a ser fuerte, viril y grande caminando siempre hacia un futuro claro y anchuroso.

 

(1) Aunque discrepantes algunos miembros de la Agrupación con parte de las ideas expuestas en este artículo por su autor, GERNIKA fiel a su principio de la más absoluta imparcialidad, publica, vertido al castellano y a petición de un buen número de sus lectores, el presente trabajo que vió la luz en lengua euskérica en nuestro número anterior. N. de la R.

 

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