Cinco poemas de Iñaki Uriarte
Iñaki Uriarte
El desierto, propiamente el desierto,
sólo se alcanza en el amanecer.
Exactamente, cuando se levanta
el rostro demacrado por la noche
poblada de exaltantes amenazas,
y la vista, rastreando el horizonte,
comprueba con asombro la brillante
quietud y la desoladora ausencia
de enemigos: ni árabes, ni chacales.
Restad de una mirada
las cejas, las pestañas,
los párpados, las lágrimas,
el rostro en que se esconde,
y hallaréis el secreto
que oculta entre fábulas,
metáforas y cuentos,
la leyenda de los ojos:
su espantosa y perfecta inexpresividad.
Disgregada ya la memoria por el tiempo,
perdura una palabra inabatible.
Dos sílabas claras (dos lobos blancos)
me acosan y custodian del olvido.
Salvarme de ese nombre es mi cuidado;
impedirlo es el de ella (y azuzarlos).
Dulces, fecundos miembros como yemas,
cálida clara carne que hoy te nutre,
Enrique,
secretos como huevos encerrados en cáscaras de mármol inmutable, ayer te atormentaban y hoy los bebes.
Cicatrices, estelas funerales
labrándose a sí mismas en mi carne,
tumbas aún frescas de su cuerpo.
Farmacia de la llaga: seca letra.
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