Memorias de un esclavo:
José A. Blanco
Parábola del galeón y como huele a mierda el barco del capitán "egipcio" o de como progresan los imbéciles y se rodean de inútiles para conservar el asunto mientras las fuerzas vivas protestan y les cortan los huevos y les cuelgan por los pulgares allá arriba en el mástil mientras oyen el cantar de los esclavos abajo en la sucia bodega y todos los demás de cómplices en el mismo barco y con el mismo destino.
Cuando el barco se bambolea se escuchan los millares de crujidos de las jarcias, los mástiles y los huesos de los condenados. El mar ruge y los esclavos ounka-talaaa mounaloaaa en la bodega.
Hace cuatro años y medio que llevan navegando y los esclavos siempre la misma canción, que no se puede mi Capitán, habría que matarlos a todos, y, cállate Esteban, deja a esos putos negros que se pudran en la bodega, dice el Capitán mientras se atusa el bigote con los dedos mojados en saliva, y el viento hinche las velas y los mástiles crujen.
El último Capitán, que sólo su madre supo quien era, había muerto hace ya dos meses víctima de los tiburones y de unos amotinados, esos dos hijoputas que están ahí colgando todavía no se rompen! Esteban no seas bruto
Señor Capitán pero es que los negros me ponen nervioso, ¡Esteban, cállate ya! Le llamaban el Capitán Fantasma y la única vez que salió del camarote le han arrojado, Señor Contramaestre, unos amotinados por la borda.
El motín impuso la alegría y el liberalismo, y los marinos que a elegir un nuevo Capitán, y unos que viva el Contramaestre, y otros que viva el Garfio que es medio judío y muy inteligente, y el Contramaestre, que le llaman el Egipcio, que yo puedo prometer y prometo, y el Garfio que además de anchoas desde hoy comeremos sardinas, y el Egipcio que yo prometo que sardinas, congrios, bacalaos, atunes , chicharros, tiburones, ballenas y serpientes de mar, y el Garfio que desde hoy trabajareis sólo diez horas, y el Egipcio que yo prometo que cinco y fiestas a la deriva, y el Garfio que ya no se pegarán latigazos, y el Egipcio que ni latigazos ni patadas ni escupitajos, y el Garfio que lavaremos a todos los esclavos para que el barco no huela a mierda, y el Egipcio que los lavaremos, los perfumaremos y los vestiremos, y el esclavo Masengo que os vayais todos hijos de puta a que os laven los huevos los maricones de vuestra tierra, y los otros esclavos ja, ja, ja, ja, y el Egipcio sonrisa y Capitán.
Y lo primero lavar a todos los esclavos con lejía y cortarle a masengo los huevos, para que trates con más respeto a los hombres de la Patria. Y a partir de ahora izad la bandera negra y la egipcia, y el egipcio idioma oficial también, y desde hoy solo trabajareis nueve horas, ¡pero si dijo cinco mi Capitán!, pues me en tendiste mal, que no Señor que dijo cinco, pues me entendiste mal, pero Señor..., ¡que le den cinco latigazos y que le corten la lengua! y al Garfio que le den una balsa, una sardina y un litro de agua y que le dejen en la mar, y que si alguien ti ene que protestar que se lo diga, que hablaran como caballeros, y todos callados y los negros ounka-talaaa mauna-loaaa en la bodega.
Si mi Capitán, y le huele la bocaza a ron y la piel a sudor desde hoy Esteban tu serás el Contramaestre y podrás joder a todas las esclavas que quieras, y ahora me traes a los que arrojaron al Capitán Fantasma por la borda y los cuelgas por los pulgares en el palo mayor hasta que se rompan, y Esteban, sí mi Capitán, a la orden mi Capitán, lo que usted diga mi Capitán, y cuando sale del camarote, ji, ji, ji, ji, como una rata. Y ahora crujen las jarcias, los mástiles y los huesos de los condenados desnudos allí arriba bamboleados por el viento.
Pero eso no sirva para nada mi Capitán, y sus cejas se contraen y su rostro estupidece, para que coño te nombraría Contramaestre, dice el Egipcio con aires de superioridad y mirada retorcida, y le explica que hubo una vez un romano, Alejandro magno creo que se llamaba, que decía alea jacta est, que significa divide y vencerás, y Esteban abre los ojos asombrado de la sabiduría que emana la boca de su Capitán mientras el Egipcio se engoma los bigotes y espera palabras de admiración: ¡que inteligente es usted mi Capitán!, y el Egipcio, cultura Esteban, cultura, y le manda dividir a los hombres en grupos: de limpieza, de asalto, de marinería, de abastecimiento y de vigilancia, y Esteban, a la orden mi Capitán, y llama a los hombres y les dice que jalera jasta es que significa que se dividan en gupos para que todo esté mejor organizado, y los marinos que vaya listo que es el Egipcio y el Esteban aunque parece tonto sabe, ¿eh?, y el barco muy organizado pero sin rumbo y los huesos de los condenados crujiendo allí arriba mientras los negros ounka-talaaa mouna-loaaa en la bodega.
Esteban con el látigo parece otro y se esta dejando bigote como el Capitán. Cuando les habla sonríe y enseña unos dientes negros y picados envueltos en saliva espumosa, como la del perro del cocinero que un día se lo comieron esos hijoputas de negros y casi se envenenan, y les dice que el Capitán quiere ser generoso con vosotros, malditos cerdos, pero os tenéis que callar y no cantar eso del ounka-talaaa porque no le dejáis dormir, y os dará más comida y os dejará joder con vuestras putas negras. Masengo, que puta lo era la zorra de su madre que se dejaba lamer el coño por los perros callejeros, y los esclavos ja, ja, ja, ja, y los tiburones hambrientos, y Masengo que le habrían cortado los huevos pero que cojones todavía le quedaban, y que Esteban era un impotente que tenía las pelotas de madera y el Capitán un maricón con el culo lleno de almorranas, y los esclavos ja, ja, ja, ja, y Esteban que se pone pálido y latiga a Masengo, y Masengo que salta sobre Esteban y le arranca un ojo con sus dedos y quiere estrangularle, y cinco marinos que sujetan a Masengo y lo apalean y Esteban que cae al suelo gritando y rabiando de dolor mientras los negros quietos y callados oyen a Masengo ¡luchad, luchad! antes de que las recias botas del Capitán Egipcio le rompan los dientes de una patada y la sangre llegue hasta ellos rojaroja empapándoles los pies de raza y de vergüenza.
Y la sangre hierve y los esclavos quietos-quietos oyendo crujir a los condenados allí arriba mientras se hinchan las velas y el barco navega rápido hacia ningún destino.
Ahora Masengo está rojo y le faltan los ojos y las orejas y los tiburones hambrientos, y los marinos le cuelgan de los pulgares entre los condenados y el viento sopla fuerte y los huesos crujen y crujen.
El Capitán lo contempla todo, divertido, Masengo despellejado y su sangre es roja Esteban, como la de todos los hombres... menos la de los reyes que es azul ja, ja, ja, ja, y Esteban con la cabeza vendada no sonríe y su mirada de cíclope sangriento esta clavada en Masengo, ¡agua, agua!..., y Esteban, ¡echadle sal en las heridas!, y el Egipcio, ja, ja, ja, ja, y Masengo, ¡ahh!, ¡ahhh... ! y el condenado de su derecha, ¡te jodes puto negro! y el de su izquierda, que no insultes a un hombre con más cojones que tú, y el negro-rojo, en verdad en verdad te digo que mañana estarás conmigo en el reino de los tiburones. Y el viento sopla y los huesos crujen y los tiburones con hambre.
Y ahora los esclavos no cantan y Masengo ha muerto y los tiburones ya han comido , y ves Esteban como todo está tranquilo y la paz tiene un precio; y el barco está limpio y el camarote del Capitán que lo limpien con cuidado que se estropea la alfombra, y sólo son cuatro cuartos más Esteban; y el viento sopla y las velas se hinchan y el barco siempre, siempre sin destino; y ahora más que nunca los huesos crujen y crujen y crujen y todos con la cabeza agachada y el puño cerrado, sin sangre, sin sangre, sin sangre y ¡COMO HUELE A MIERDA EL BARCO DEL CAPITAN EGIPCIO!
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