El optimista
Kapez Kap
Nazco. Como todos, lloro y berreo como un energúmeno, pero de alegría, ante toda una vida por delante para disfrutar. Crezco. Me salen los dientes. A los siete años, me abro una brecha así de grande al tropezarme y dar con la frente en el bordillo de la escalera. Bah, no importa! !No hay mal que por bien no venga! Me consuelo pensando que una brecha no es nada: ¡Cuántos niños africanos estarían ahora desnutridos, sin nada que llevarse a la boca a excepción de otro coetáneo de color! Sí, así es, si por algo existe el canibalismo, es porque los pobres negros no tienen más remedio que comerse entre sí, a falta de otro alimento: Póngale Vd. un buen solomillo a un antropófago de esos, y sabrá lo que es un plato limpio.
En la escuela, los profesores me dicen que soy un imbécil, que mejor haría si empezara desde ya cogiendo pico y pala. Yo, agradecido por tales consejos esclarecedores, les regalo una caja de puros y me despido de ellos. A la noche, mientras cenamos, hago mi primera proposición seria a mis padres: !Papá, mamá, de mayor quiero ser obrero! A mi papá se le atraganta la sopa y me suelta una bofetada que pa qué. Yo le ofrezco la otra mejilla y recibo con euforia un tortazo que me hace volar tres metros hacia atrás.
Sabía que el tiempo me daría la razón: Con la veintena, consigo un trabajo de peón. Me desvivo en esta próspera profesión, sabiendo que mi esfuerzo arrastrando la carretilla cargada de ladrillos no es en balde, y que si el país engrandece, es gracias a tipos como yo. Trabajo hasta la extenuación, y el dinero de las horas extras lo envío en favor de los misioneros. Al segundo mes de trabajo me caigo desde el tercer piso de la obra, rompiéndome las dos piernas. A pesar de los terribles dolores, siento en mi interior la satisfacción de contribuir a que no aumente el paro: !Qué sería de los pobres médicos, de esa profesión benefactora, si gente como yo no se rompiera las piernas, o la cabeza, o se quemara bien quemao! !Tomen, ahí les van mis piernas destrozadas!, les digo con compasión, sabiendo que de esa forma tendrán trabajo y podrán alimentar a su mujer, seis hijos, abuela y suegra incluída.
Cojo de los dos pies, me declaran inválido total !Ya no podré trabajar más!. Estoy encantado, !así algún joven podrá ocupar mi puesto y sustentar a su pobre madre, viuda por parte de marido!. Me enamoro de Ernesta, la vecina del quinto. Le persigo con ahínco, ella me abofetea sin compasión. Yo insisto no se ganó Zamora en una hora y ella, echando espumarajos por la boca, me clava un cuchillo por la espalda." !Anormal! !Gilipollas!" grita, llena de odio. Yo, desangrándome, le pido perdón y doy gracias a Dios, que me aparta así de los infectos caminos de la carne.
A los cincuenta, puedo decir con orgullo que soy el mejor profesional del gremio: Por algo llevo ya un cuarto de siglo como mendigo. Todos me conocen, todos hablan de mí. "Toma, desgraciao", me dicen, arrojando una dádiva. Yo elevo cánticos de júbilo y bendigo sus almas. No sé si por la mugre acumulada durante años, me entra la lepra. Soy arrojado a unas inhóspitas montañas, donde sobrevivo a base de hierbajos y raíces de árboles. Todo mi ser es un puro gozo, !gracias Señor, gracias porque me das este aire tan sano para respirar, mientras allí abajo, en las ciudades, muchas personas se ahogan entre la contaminación! !Gracias, porque al menos estoy vivo, y eso es lo importante! !Cuánta gente desesperada habrá en el mundo, cuantos suicidas insensatos, qué poco saben ellos de la vida!, grito turbado por la emoción.
No me muero: Me devoran los lobos. En el último estertor, grito conmovido "!viva la vida!", y por qué no, también grito "!viva la muerte!". Me voy al infierno. De nada.
29-10-84
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