Carta de presentación
Estamos seguros de que el cartero miraba todas nuestras cartas al trasluz desde que conoció la historia de aquella anciana analfabeta que quedó desplumada por corresponder con sabrosas propinas a las lecturas que su nieto hacía de un apasionado amor de La Conchinchina.
Desde entonces además del reparto se interesó por todo lo que las cartas significaban; coleccionó cartas de navegación, supo de las cartas astrales, e incluso, compró un recetario de cartas de amor para aprender a mostrar el sentimiento en las más diferentes dosis.
Todo esto duró hasta que pasó por sus manos la del suicida que, como su vida, acabó siendo correspondencia no correspondida por quemarla antes de acabar al ser sorprendido por un superior que pronto le hizo olvidar la palabra (). A1 poner las () sobre la mesa, le dieron la () de despido. Su único consuelo fue perdón un corte de mangas; nunca le habían leído así la cartilla perdón.
Hoy día, cuatro años desde que publicamos el último número y otro tanto desde que fue internado en el campo de trabajo, confiesa tartamudeando y confundiendo levemente algún vocablo que el régimen al que ha sido sometido no le ha afectado lo más mínimo y que vive de recoger cartón y repartir las Cartas San Marcos de Las Carmelitas.
NOTA: Esta es nuestra carta de ajuste.
Si no sabes de que palo vamos, sal de copas.
|