El maravilloso mundo de Guggy World
Pato Garziarena
Los dos grandes titanes del arte vasco, ambos provectos y al parecer senectos, se propusieron las pasadas Navidades echar un duro pulso al último producto gigantesco con que la multinacional Disney prosigue su vasto proyecto de infantilización y lelificación del mundo.
Para competir con el Hércules de la Disney Corporation, nuestros titanes escenificaron El abrazo de la bella y la bestia, una producción en vídeo de la EITB que conmovió a niños y mayores hasta los mismísimos tuétanos. No se recordaba tanta emoción desde que Marco abrazó a su mamá.
La producción de la televisión autonómica, emitida machaconamente a modo de villancico promocional, obtuvo un éxito de público sin precedentes en los ratings (los malos ratos) de audiencia y un share (¡share chrismas, share chrismas!) morrocotudo.
El lehendakari, los obispos y demás acerados críticos de televisión, bendijeron la emotiva escena con todos los sacramentos y resaltaron el valor edificante que la misma tenía para la infancia; esa infancia a la que desaprensivamente solemos dejar en manos de un témpano de hielo llamado Walt Disney.
Visto el resonante éxito de crítica y público obtenido por la película, ya se ansía para el próximo Olentzero la segunda parte de El abrazo, ¡y qué bonito sería que tuviera como escenario la puerta del Guggenheim, el mundo de Guggy World! Para la ocasión, el lugar del coqueto terrier que guarda ese templo del arte contemporáneo podría ser ocupado por Bamby: un Bamby que llore lagrimones de agua de Bilbao.
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