L I T E R A T U R   A L D I Z K A R I E N
G O R D A I L U A

 

 
 

                   - Orrialde nagusira itzuli
                   - Garziarena aldizkaria
                   - Ale honen aurkibidea

                   - Ale honi buruzkoak (azalaren irudia eta fitxa)

Aurreko artikulua— Garziarena Berria-3 (1998-otsaila) —Hurrengo artikulua




 

 

J'abusse

 

Javier Garziarena

 

El intelectual, ese espontáneo que salió de la nada, y que en la estela del gran toreador Emile Zola saltó hace cien años al ruedo periodístico con furia torera, pese a haber alcanzado un siglo después la miseria de una condición subalterna en los llamados «medios» (como monosabio, picador, mozo de espadas, botijero o incluso alguacilillo), contempla hoy, igual que ayer, como la camisa no le llega a donde la espalda pierde su nombre.

        Este malaventuras, reducido ahora a mero comentarista (aunque con el pomposo título de «Analista») de la noticia única que la Megafonía Oficial produce regularmente cada semana, tiene que tragar con carros y carretas y no ve dónde caerse muerto.

        Al objeto de subsistir, ha de enrolarse a principio de la temporada en alguna cuadra de columnistas, y una vez enrolado, para mantener el puesto, observar escrupulosa y gregariamente el manual de estilo de maestro y apoderado. En la arena de la actualidad, cada cuadra de columnistas debe tirar como un solo tronco de caballos, al unísono, según chasquea el látigo de la noticia, sea ésta el bombardeo de Bagdag o la ascensión a los altares de Santa Diana de Gales.

        Esto no merma en absoluto la libertad individual del subalterno, ya que siempre puede elegir entre el zoliano «mi deber es hablar de esto y no me callo», y el sartriano «mi compromiso consiste en callar en esto y hablar de aquello otro», sin por ello dejar de tirar para adelante como está mandado.

        Lejos hoy la censura de las toscas y sanguinolientas escabechinas de siglos pasados. Lejos el grosero espectáculo del inquisitivo oficial ensuciándose las manos de sangre y moscas. Si ha de renovar contrato, es nuestro subalterno quien habrá de tentarse la ropa y calibrar hasta dónde le llega la camisa. De no calibrar bien, se reducirá por su propia mano a la inexistencia, o serán los mismos de su cuadra o cuadrilla quienes se ocupen de dejarlo caer en la desgracia. ¡Qué abuso!

 



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