L I T E R A T U R   A L D I Z K A R I E N
G O R D A I L U A

 

 
 

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                   - Ale honi buruzkoak (azalaren irudia eta fitxa)

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A gusto de todos

 

Annunziata Garziarena

 

Una vez más, un meteorólogo de TV nos pronostica que efectivamente, tenemos buen tiempo para mañana mientras observamos perplejos un mapa salpicado de nubes e incluso algunos rayos (los truenos no se ven pero los temerosos de tormentas los sienten igual).

        ¿Qué sucede? ¿Ha cambiado lo que tradicionalmente se ha venido ententiendo por buen tiempo sin yo enterarme? Ah, ya, la dramática sequía de otras latitudes... porque aquí donde yo vivo la hierba está muy verde y no lejos de mi pueblo se han desbordado algunos ríos.

        Lo que sucede es que el bienintencionado pronosticador vive en Madrid, aunque la cobertura del canal que yo sintonizaba abarca lo que convenimos o damos en llamar «toda España», incluido mi pueblo y otros todavía más lejos de Madrid.

        Lo que le sucede al que vive en esa capital es lo que a todos: que no tenemos en cuenta que, mientras nos recluimos en invernales tardes de siesta y mesa camilla, en La Habana persiguen la sombra de los largos soportales acolumnados; y aún más difícil es suponer a los bonaerenses maldiciendo la helada cuando gozamos del baño fresquito en Lequeitio; en definitiva, nos cuesta recordar que el sol sale todos los días allí arriba y luego es interpretado de distintas maneras según las coordenadas, que no son sólo geográficas.

        Y es que «el tiempo» nos instala en una geografía sin mapas, en un clima afectivo. Así, el buen tiempo es un estado de ánimo, y no sólo es distinto en mi pueblo y en Madrid, sino que un día precioso para Montse le resulta detestable a Luis. De modo que hay lugar para las palabras del poeta (1) y para elogios a la lluvia, así como para el meteorólogo de Madrid que cordialmente, es decir, de corazón y olvidando que habla para todos, se congratula de las lluvias continuas durante la jornada

        Para asegurarnos de que todos los días, allí arriba, sale el sol —aunque no a gusto de todos— basta acercarse al aeropuerto más próximo, subir al primer avión y a los cinco minutos del despegue comprobar que allí está, puntual y por encima de estados de ánimo esporádicos e intransferibles.

        En caso de urgencia puede disponerse de un avión imaginario y decirse uno y decírselo al meteorólogo de turno o del ascensor: «Todos los días sale el sol», y con ese convencimiento, ponerse las gafas adecuadas para vivir nuestra meteorología mental favorita. Eso sí, sin olvidarse de coger el chubasquero o bien el abanico pertinentes antes de salir a comprar el pan.

 

(1) «Nire izpiritua, funtsean, berdina da landareek dutenarekin, eta, horiek bezala, bizitu egiten naiz eguraldi argiarekin, eta moteldu ilunarekin».

 



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