L I T E R A T U R   A L D I Z K A R I E N
G O R D A I L U A

 

 
 

                   - Orrialde nagusira itzuli
                   - Pott aldizkaria
                   - Ale honen aurkibidea

                   - Ale honi buruzkoak (azalaren irudia eta fitxa)

Aurreko artikulua— Pott bandaren praka (1979-uztaila) —Hurrengo artikulua




 

 

Pórtico de la fuga

 

Miguel Sánchez Ostiz

 

 

Rumor de casa abandonada

 

En recuerdo de aquellos

que una vez en su vida

llenaron con sus pertenencias

esos baúles que se apilan empolvados

en los atestados desvanes

(Se sabe, eso dicen, que buscaron fortuna

allí por Pachuca

o que se establecieron con sus rebaños en Balcarce)

y ahora son un amarillento rastro,

casi arena entre tus dedos.

Repasas esos rostros:

sombreros de anchas alas,

miradas fijas, perros y fusiles,

enlevitados personajes a caballo,

entorchados oficiales de la Reina,

inútiles sables curvos.

Quebradizos cristales:

¿será la nieve de la que habló

el doctor Monardes?

Gentes que un día por todos olvidadas

volvieron a la casa

y fueron desapareciendo

sin dejar apenas rastro.

Como tú, un día.

 

 

Argizaiola

 

Y nos hacemos memoria antigua descendiendo.

Descendiendo hasta el patio infantil de grava y moscas,

hasta la sielnciosa compañía del juguete roto

en la casa enemiga,

hasta la matriz

y hasta el primer beso ácido

que en un revolcón de sueños

la lengua trenza y atenaza.

Y hasta esa primera mano

que enredó en nuestro pelo.

Y hasta el asombro nunca apagado

de amanecer junto a otro cuerpo.

Y hasta el envidiado pájaro:

ese pálpito primero.

Y también, descendiendo, espetar el ojo

hasta el diente que insomne

—el deseo solucionado en impotente baba—

desgarra la sábana

sin descorrer por ello los velos de la sorpresa.

Y así mismo, enroscándonos,

descender a la herida y a la fiebre

y al primer terror

y siempre al primero al segundo cuerpo.

Hasta la luz y hasta la muerte descendiendo.

 

 

Lectura de hector bianciotti

 

Cuando al fin comprendas el significado

de un gesto, de un guiño,

de una breve palabra

que pasaste por alto en su momento,

o revivas el exacto instante

de la ocasión desperdiciada,

del olvido inexcusable,

o más aún, cuando encuentres

el secreto escondido en el regalo

que hoy no conservas...

será demasiado tarde.

Como un mal sueño

de un manotazo

frente a tu rostro

todo lo querrás borrar.

Será inútil, ahí quedarán,

y tú, tú hablarás solo.

 

 

Quien no quisiera estar lejos cuando su edad le alcance

 

Malo el día en que tu libertad sea pasado.

Malo el día en que ahuyentes avergonzado

temblores y fuegos,

e intentes tapiar el recuerdo

convirtiéndolo en olvido,

y en medio de tu impotencia

sientas, todavía, brazos

enlazando tu cuerpo,

y a tus oídos, lo mismo que a tu cara,

llegue el rugido fresco del mar en la madrugada.

Y ya definitivamente alterado

escuches temeroso

un atronador concierto de trenes nocturnos.

Ese día cruzarás el umbral del terror más solitario

y optarás —quizás— por la fácil solución,

la más desgarradora,

de acomodarte, doméstico, a tus usos cotidianos.

No te preguntarás entonces,

pues el deseo será una necesidad cubierta,

qué se hizo, qué se ha hecho

de aquel cuerpo que alegre subía

                                         subió

los desgastados peldaños de tantos hoteles

y ávido de goce se tendía presto.

Tampoco querrás saber

qué se hizo, que se ha hecho

de las innumerables mañanas

que quemaste bostezando al sol de los jardines,

ni por qué el vino que tuviste nuevo y jovial

se ha agriado en tu boca,

ni por qué las emociones compartidas

son hoy esos encuentros insolidarios y esquivos.

Menos aún te preguntarás entonces

por la disponibilidad de tu tiempo y de tu cuerpo.

 

 

El extraño

 

Vas y decides:

nuevo rostro, nueva piel, nueva voz!

y tajante te empeñas en conseguirlo.

Sin embargo cada día vuelve

(tus decisiones convertidas en sueño y en bostezo)

sin que amanezcas en el hombre nuevo que esperabas.

Cada día vuelve sin que encuentres en los espejos

ese rostro que, por deseado, tan bien conoces.

Vanos son también los intentos de mudar de piel.

Y así, inexplicable condena,

debes seguir usando los mismos pasos

en las mismas calles,

la misma voz

(aunque después te tiemble al escucharla),

y vagamente seguir, siempre, intuyendo

la existencia del extraño.

 

 

                                     «El susurro de las oportunidades perdidas»

                                                            Malcom Lowry

 

En el preciso instante en que truenan

los versos olvidados, los besos huecos,

el deseo insatisfecho

(dirías mejor nunca nacido)

de quitarse de en medio,

no hay recuerdo válido que llevarse a la boca,

solamente ese inacallable

susurro de las oportunidades perdidas

asaltándote en la arruga

que el espejo te devuelve, terco, cada día.

 

 

 

Henry Miller habló de «la fragmentación de la madurez».

 

Acaso ese afán de inventariar,

escarbando ávido en la memoria,

frágiles y desparejos momentos,

anotar un verso, una cita,

acumular papeles,

luego legajos polvorientos,

no sea sino la lucha sorda

contra el otro

que recomenzará desmemoriado mañana.

 



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