—Pott bandaren praga—

Antonin Dvorak

J. Bari

        No es corriente que, en una revista del estilo de ésta, algo tan tradicional como una dedicatoria encabece un escrito... A fin de cuentas, puestos a ser sutiles y más listos que los demás, digo que —aquí— yo soy el heterodoxo. Así pues, a José Ramón Arriandiaga, capitán de la marina mercante y melónamo.

        Conferencia que J. Bari leyó el día 3 de enero de 1980 en la sala de cultura del Barrio de Matadero, en Durango.

        Señoras, señores, compañeros, camaradas: voy a hablaros de un hombre, un tal Antonin Dvorak, es decir, va a ser momificado, estereotipado, torrefacto, empaquetado, adscrito y os preguntaréis cómo es posible que, al término de esa serie de actos atroces que he nombrado con participios y en los que el susodicho artista checo no tuvo arte ni parte, un simple mortal permanezca impasible y entero. Ah, lo es y lo es en virtud de la magia que poseemos los que no somos sus contemporáneos, entiéndaseme, los que somos sus extemporáneos, o, para expresarlo in a Nietzsche way, sus intempestivos. Con vuestra ayuda, camaradas, le agarreremos de los pelos, y no digo "de los cabellos" porque es cursi, una cursilería pequeño burguesa, que, por de pronto repugna a las sanas gentes que hoy nos reunimos aquí —Aplausos y más aplausos, de modo que el conferenciante se ve obligado a abandonar el estrado y salir por una puerta que se abre a una habitación donde reposan, en la penumbra, los deshechos de las matanzas del día; con estoicismo no exento de esperanza (porque el futuro es nuestro —Más aplausos—) resiste las virus lentas emanaciones hasta que decide reingresar en la estruendosa nube de aplausos; llega al estrado y repite—, decía que le agarraremos de los pelos y aunque sea a fuerza de tirones lo rescataremos de las quietas viscosas putrefactas aguas del pasado y confesará

                                        porque ¡¡camaradas!!

cómo ignorar los dolores de estómago acarreados por la ingestión de una comida opípara el mismo día en que a su alrededor morían de hambre los negros, a los que, para más inri, había despojado de sus encantadores ritmos y melodías para empotrar unos y otras en la obra que a la hora de los postres estaba concibiendo?

        No, amigos, no, servidos de nuestro método de conocimiento haremos ver que la evacuación de excrementos está dialécticamente ligada a la producción de la más bella de las músicas —Aplausos y Bravos—.

        Antonin Dvorak (Una biografía sinsorga, del tipo de las que se pueden encontrar en enciclopedias más o menos baratas).

        Nació el 8 de septiembre de 1841 en Nelahozeves, un pueblo no lejano de Praga. Era hijo de un posadero y tuvo que hacerse carnicero, pero le gustaba más tocar el violín con el maestro del pueblo. Forma parte de un pequeño coro de la capilla local. Su predisposición musical es tan evidente que en seguida es enviado a Zlonice, para estudiar con Antonin Liehmann. Los estudios, inspirados en la severa tradición alemana, prosiguen en la Escuela de órgano de Praga y, a su término (1859), Dvorak es un músico provisto de muy buena técnica y de un profundo conocimiento de los clásicos alemanes. Durante algún tiempo, Dvorak actuó como viola en la orquesta del Teatro Provisional de Praga, dirigida por Smetana, pero desde 1871 se libera de todo compromiso y se gana la vida enseñando y con sus obras de compositor.

        Brahms, que tiene una gran admiración por el joven músico, le ayuda a conocerse también en el extranjero y en 1878 le hace publicar en Alemania un grupo de danzas eslavas. En 1884 es invitado a Londres y allí dirige, con enorme éxito, una de sus páginas más vigorosas: el Stabat Mater.

        En 1892 Dvorak acepta la oferta de dirigir el Conservatorio nacional de Nueva York y vive en esta ciudad desde septiembre de 1892 hasta abril de 1895. Es el momento de más completa madurez artística. De regreso a Praga, convertido ya en una celebridad internacional, Dvorak consigue su mayor éxito operístico con "Russalka" (1901). Muere en Praga, el 10 de mayo de 1904, víctima de un ataque de aplopejía, a consecuencia del fracaso de su última ópera "Armida", que había sido representada poco más de un mes antes.

        CODA

        Dvorak era checo, sí, y ni un crítico pone en duda la influencia que las danzas y canciones populares de su país tuvieron en su quehacer de compositor. Entra (si es que hemos de doblegarnos a la miseria de la manía clasificatoria) dentro del llamado "nacionalismo musical", aunque Antton, por el hecho mismo de su talento, está más allá de ese corsé (supongo que después de romperlo con un do de pecho) o reserva a lo indio (cfr. sinfonía núm. 9).

        Otros sí, lo han comparado con Schubert, en el sentido de que ambos fueron autores prolíficos y dotados además de una capacidad de invención melódica fuera de lo común. Pero también es cierto que Dvorak carecía de "eso" que hizo de Schubert un músico sublime.

        En resumen te lo digo, entiéndelo mejor: ante la música, el ánimo verbal queda en suspenso.

        Dice Leverkhün ("Doktor Faustus") a propósito de una obra de Beethoven: "Cada día me siento más inclinado a admitir que hay en la música algo de extraño. Una afirmación de máxima energía. No diré abstracta sino más bien sin objeto, energía pura, en claridad del éter. Hay algo semejante en el mundo? (...) Pero una música como ésta es sin duda la energía 'en sí', la energía misma, pero no como idea sino como realidad"

        Novalis: "Las relaciones musicales son, en mi opinión, las auténticas relaciones fundamentales de la naturaleza" (1326, V. de "La

                ¿Entonces?

                Callen las bocas.

                ¡Escuchad, mortales!