L I T E R A T U R   A L D I Z K A R I E N
G O R D A I L U A

 

 
 

                   - Orrialde nagusira itzuli
                   - Pott aldizkaria
                   - Ale honen aurkibidea

                   - Ale honi buruzkoak (azalaren irudia eta fitxa)

Aurreko artikulua— Pott tropikala (1980-ekaina) —Hurrengo artikulua




 

 

—Pablo Antoñanaren bi lan—

 

Homenaje a Walt Whitman

 

Pablo Antoñana

 

Busqué su voz con impaciencia y sin sosiego y la encuentro hoy cubierta de musgos y raíces, de mineral y de tierra, en la boca muerta de ese poeta llamado Walt Whitman. Llega poderosa y resonante, viva entre los vientos, lo mismo que un pedazo de tuétano del universo mundo. Walt Whitman el americano, maestro de escuela bajo techos de madera, carpintero que alza cabañas y casas con troncos sin labra, domestica el pasto y el bosque, viajero de a pié en compañía de arrieros y predicadores, o a caballo río abajo, país arriba, buscador de la brisa, perseguidor del eco y de la vida, pesa, mide, cuenta con ojos y oídos, mastica y deglute cuando entra en ellos. Pobre empleado público sufridor del ultraje se le mancha el alma de tinta. Enfermero de hospitales de sangre oye la queja ignominiosa de soldados que mueren llamando a nadie. Los arropan las banderas, el reposo y las oraciones fúnebres. Oye el tic tac de la muerte y ve su mueca. Se sumerje en lo profundo, bucea y toca con sus manos además del excremento la llama. Inquieto y errante llegará al fin el "happy end" de su zarandeada vida. Al fin tipógrafo y al tacto de sus dedos las letras, y ordenándolas con pasión de víscera compone la palabra: barco, pájaro, espuela. Y le siguen casi al tiempo, caballo, jinete, montura. Y flor, y Mississipi, y yunque, herrero, y hacha, hoja de maíz, cerca, buey, carretón de tiro.

        Entonces mismo ha concluido el verso y nace para nosotros ese inmenso hombre llamado Walt Whitman.

        En el esplendor de su voz inapagada está el junco y el pájaro, el motor de explosión de retumbante trueno y la navegación a vapor a través de silenciosos ríos, la ardilla masticando nueces y el fugitivo en los desiertos perseguido por pistolas y caballos. Hay un circo con toros amaestrados, un sacamuelas que vende elixir y quien oyó a Dios en su corazón. Está ahí quieta, colérica, pacífica, tersa, vacilante, dulce y violenta arrasando como vientos de tormenta mi entraña. La he oído, estoy seguro y así lo proclamo con emoción. Ha dicho:

        El hombre es tal que pedazo de entraña roja extraída de los fangos de la tierra con la que fabricar ladrillos y con ellos alzar robusto edificio tocado al atardecer por el sol que cae. Y sin embargo él no lo sabe.

        O árbol quemado por el rayo, el furor y la muerte en cuyo tronco podrido de cenizas los tiernos tallos volverán a surgir con brillo y estremecimiento nuevo.

        O diminuto insecto arañando su destino inútilmente, royendo sueños en la memoria grabada como en viejo epitafio.

        Maniquí de paja sobre el que la aguja de la muerte cose, forra, pespuntea el vestido de sombra y silencio como el guante a la mano y ya gastado el tiempo lucirá por los siglos de los siglos. Ventrílocuo que come, fuma, digiere y excrementa, es inscrito en toldes y registros, lo enganchan de soldado, gesticula, le tatuan nombre y apellido como marca de ganado en la frente, eructa, porta el salvoconducto exigido en sus viajes, canta, salmodia, se queja y muere.

        Pero un día, te escucho Walt Whitman, llegará el gragor de la paz y el insecto, el árbol quemado, el ventrílocuo con aspecto humano extinguirá su ser. La pequeña fábrica y sus complicados estómagos, bocas, anos y mondongos, que convierte en hez fecal una manzana, el aroma del nardo y el color del salmón se llenará de ruidos y estallará dejando sólo la frágil y perecedera huella del recuerdo. Escucho, Walt Whitman, tu voz fresca y honda, como las fuentes o las viejas tabernas, y oigo que dices: Es el eje de un carro que marcha a ninguna parte cumpliendo destino; es el polvo de los caminos, montura de caballo, crin, herradura sed hambre, poso amargo. Es agonía es miedo, es esperanza y nadie mejor que mi corazón lo sabe.

 



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