Dodecálogo

(Dodecálogo del sacrificio ritual)

Blanca Urgell

Levántate, tu amo te espera. Desea que bailes como el viento, cantes como el mar, brilles como el sol, para él

        Alzate y sonríe; maquillada con dulzura, vestida con esplendor. El, impaciente, no reposa.

        No te demores. Despéjate con agua fresca. La gacela necesita todos sus reflejos ante el león.

        Abre tus ojos de verde almendra; él aguarda. Has yacido olvidada de su mano, pero el señor ha pronunciado tu nombre.

        Gana su favor como tú debes ser eco presto. Peina tu cabello cuidadosamente: el lo ha de traspasar con sus dedos de fino tacto.

        Alégrate, has de ser feliz. Luce la diadema de su elegida. Tu señor se acuerda de ti.

        Mira: los criados esparcen pétalos de rosa hasta la entrada, perfuman el aire, traen fresca fruta, vino añejo Los músicos ensayan, afinan sus armas con dardos de amor. Calza zapatos de raso dorado; anda firme y grácil, siempre hacia él.

        Tiéndete a su lado; se discreta, eterna sombra suya. Hoy eres la reina; mas recuerda que tu sola posesión es el ayer: recuerdos de sus llamadas, anhelos de sus favores. El presente es un regalo, un tal vez mañana.

        Extiende tu perfume cálidamente nocturno, que llene la estancia. El león hambriento olfatea su presa.

        Tú eres para él. Es tu señor. Nunca te resistas más de lo indispensable que guarde tu pudor.

        Baila y canta dulcemente, que alumbrará varón quien en tal fecha conciba. El es tu dueño, dale sucesión.

        Vamos; las puertas se abren a tu paso; la servidumbre se inclina ante ti. Hoy eres la reina. Te ha llamado tu señor.