Poemas
C. Blanco Aguinaga
Isla de los faisanes
Hay una isla en mitad
del río.
No tiene misterio alguno.
Pequeña,
de perfiles justos,
de árboles pocos y espaciados,
descansa sin detener
la mirada que la atraviesa.
Frente a ella,
sentado en la yerba,
estás pescando mientras te vas a ti mismo
desde enfrente
junto a las mujeres
que trabajan la tierra.
Silencio y luz
el agua quieta
sostenidos
por el ritmo del azadón.
La continuidad
pasa por la isla.
nítida, pequeña, limpia.
Y al abismo es insondable.
Nuevo País
Alicia
no entendía muy bien
lo del País
de las Maravillas.
El espejo
reflejaba
sus ojazos,
las trenzas,
la mano infantil
con que se tocaba la mejilla,
húmeda todavía
de lavar los trastos.
Se pasa un poco el peine.
Piensa
que no ha estudiado
la lección,
que le da vergüenza;
que son ojos idénticos
a los de su madre,
avejentada, hermosa,
sucia,
apoyada en la pared
de la cocina cochambrosa.
Cuando y donde
Ponle fecha
porque la historia se va:
limita especifica agárrala.
Oí por ejemplo:
era cuando estaban
los volcanes a la mano
reflejando todavía en su luz
la presencia inmensa
de mi general:
cuando en un banco de la Alameda
te daban tu primer cigarro. Es decir:
después de una clase de biología
sin dinero
pare el cine del sábado,
libre de dichas y panas,
llegado de otro mar,
albureando,
sin entender cuánto cambiaba
el mundo,
que quien se iba eras tu
y todos contigo.
¡Limítala! Ponle fecha.
México Distrito Federal, por la tarde,
entre al gobierno de Camacho y el de Alemán.
Fútbol Americano
En la calle de Parras
los niños bonitos
se vestían de uniformes
para ti
desconocidos.
Pasaban echando tipo
y perdonándonos
la existencia.
Luego peinarían copete,
luego tendrían novia,
se casarían, al fin,
con niñas bonitas
y serían hombres de empresa
con otro uniforme
también colonizado.
¿Qué se hicieron?
Oirás acaso, que para qué
te hablo de estas cosas.
Has recorrido esas calles
como yo
bajo la lluvia de entonces
y la de ahora,
bajo la nueva y vieja luz
y confío en tu memoria.
Tú me sabrás decir
por ejemplo
qué se hizo del López,
del Meseguer,
del ingeniero,
de aquel que tan joven,
tan grotesco,
se quejaba ya de la puñetera
antiplanicie.
¿Qué se hicieron?
Estamos hablando
de la niebla intocable
y cercana de los volcanes.
de aquella luz prodigiosa
en que se sostenían
la ignorancia y el asombro
que compartimos
cotidianos.
De un ir y venir por calles,
estar en esquinas las horas muertas
subir por azoteas,
conocer cada rincón
del centro y da algunas colonias,
tomar un zócalo por Tacuba
cualquiera:
campos de fútbol en Balbuena
o la Yeguita
y en ocasiones importantes
el Plan Saxenal.
Cuando
ya en La luneta
de cualquier cine,
en la banca de varios parques
llegamos a los pechos de las amigas
era mucho más tarde.
Sin saberlo nosotros
la ciudad crecía desmesuradamente
y en pocos años
desaparecerían los volcanes.
Todo ello está ahora
perfectamente explicado
en estudios que cuentan
la verdad general da las cosas.
Y tú y yo, aquí y ahora,
lo entendemos casi todo
casi perfectamente:
nuestra misma continuidad
y nuestras rupturas.
Entonces,
me dirás,
¿por qué preguntas
qué se hicieron tú y yo?
¿Qué se hicieron?
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