Poesías
Iñaki Lpz de Aberasturi
En esta tarde
sola,
de cielo polvoriento y desconchado,
de aspecto de noria enloquecida,
extraño
de frías hileras de metros en baranda
de fachadas pintadas
por sopletes de estiércol,
de gestos grises,
de errabundas domesticalidades
por la acera,
y desamparadas palomas
con el pecho sucio;
en esta tarde de Bilbao
(inhóspito lugar donde crecen los hombres-rueda),
hoy,
he sufrido la vida como un insoportable peso,
como una mueca, la sonrisa
y no más que un hez fatal
el mundo era.
Exactos nacieron
Mis brazos
Para rodear tu talla.
Y ya no so sino
calientes collares para tu cintura
Pezones,
aquellos pitones fieros
que durmieron su bravura una tarde de verano,
son el mejor bocado
de mis dientes blandos.
Oh! Senos,
favoritos mordiscos míos
de redondas crestas.
¿Y mi boca?
Mi boca, la caja de resonancia húmeda y sonora
de tu aliento entre dos besos,
es,
desde aquella tarde,
ya no mi boca sino
nuestra coja guitarra
con tu pulmón por cuerdas.
Yo presiento
que arrastro encima mío
el peso torpe de algo,
de una cosa;
de un no sé qué
que nos sé como se llama.
El peso de la herrumbrosa lanza
de otra esperanza mía hecha nada,
de otra risa
embofetada,
que hace en mí
un descomunal herida.
Por donde se me marcha la ilusión,
enloquecida.
como un arroyo por los mares perseguido
se me va el cielo.
Y tras él, la vida
se escapa de mí, por debajo mío.
La vida tan lejos de mí se puso,
que su sentido y su memoria
se filtran entre mis dedos
y caen,
irreparablemente,
al viento.
Yo siento
que no estoy en este mundo,
y si lo estoy,
estoy debajo suyo.
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